El nacimiento de un gigante: la torre 473N en Putumayo

Miercoles, 04 de Marzo de 2020

  • Los habitantes del sur del país estuvieron a punto de padecer la pérdida de sostenibilidad del sistema de energía luego de que un deslizamiento de tierra estuvo a punto de derribar una torre de transmisión de la línea de alta tensión Tesalia-Jamondino. Pese a las dificultades y difíciles condiciones, el Grupo Energía Bogotá cumplió con calidad operativa el cronograma exigido.

La noche del 22 de agosto de 2018 las lluvias que azotaban el sur del país pusieron en jaque a un gigante de 34 metros con cerca de 11 años de operación.

En una parte alta y escondida de la vereda Campucana, un sitio remoto del igualmente lejano Putumayo, el aguacero de ese día originó un desprendimiento de decenas de metros cúbicos de barro y material vegetal de una montaña, que golpeó con toda su fuerza la torre 472 de la línea Tesalia-Jamondino (TEJA) a 230.000 voltios.

El gigante dobló las dos patas de uno de sus lados, pero no cayó y siguió operando, lo que no generó alerta alguna en sala de monitoreo del Grupo Energía Bogotá, en la capital del país. El que la torre se fuera a tierra, que era uno de los inminentes peligros –se establecería un par de días después–, hubiera sido una tragedia nacional: sería imposible garantizar la sostenibilidad del sistema de energía en el sur del país y la interconexión con Ecuador.

Colaboradores de la Gerencia de Mantenimiento del Grupo Energía Bogotá que inspeccionaban la línea se percataron del incidente. Inmediatamente bajaron unos kilómetros y, dándose mañas con el teléfono celular para tener señal, lo reportaron al especialista de la compañía, quien alertó sobre la anomalía a la sede principal de la compañía.

“En ese momento no sabíamos la magnitud del daño de la torre 472 porque era de noche. Dimos inicio al dimensionamiento y a posibles alternativas, mientras llegaba al área personal experto”, recuerda Javier Aponte, ingeniero de la Gerencia de Mantenimiento del Grupo Energía Bogotá.

Al día siguiente, muy temprano, un experto y un inspector de mantenimiento se desplazaron desde Pitalito (Huila) hasta el lugar, para hacer una evaluación de la situación. Después de tres horas de camino en carro hasta un paraje ubicado a 10 minutos de Mocoa, los expertos, en medio del calor húmedo, recorrieron a pie, durante cuatro horas, un camino de no más de un metro de ancho, fangoso y accidentado, hasta el sitio de la montaña donde estaba la torre 472. Esa trocha es la única forma de llegar hasta allí.

Por la tarde, después del recorrido de regreso, reportaron desde la capital de Putumayo su dictamen: las 16 toneladas de la torre 472, que continuaba con la línea energizada, tenía fracturadas dos de sus patas y el riesgo de caer era grande, más aún cuando las lluvias, como si fueran bíblicas, parecían no acabar.

Lo más grave, dijo el especialista electromecánico de mantenimiento, era que no se podía intervenir en el sitio el gigante de 34 metros: si se acometían los trabajos, los linieros que estuvieran realizando el levantamiento de la torre corrían peligro, porque era inminente un nuevo deslizamiento y que esta vez sí se llevara la torre y quién sabe qué cosas más.

Los expertos recomendaron que para continuar con el flujo de energía y evitar un apagón en el sur del país, había que dejar quieta la torre 472 y, de manera rápida, implementar una variante temporal con las estructuras de una línea cercana, la Mocoa-Jamondino (MOJA), que estaba fuera de servicio desde la madrugada del 31 de marzo de 2017, cuando una avalancha arrasó con la capital de Putumayo, mató a 336 personas y se llevó casas, escuelas, colegios, negocios y la subestación de energía, entre muchas otras cosas más.

Luego, el equipo de Mantenimiento de líneas recomendó deshabilitar el tramo entre las torres 470 y 507 de la línea TEJA. La solución temporal, básicamente, era hacer una especie de puente con la línea paralela MOJA entre las torres 469 TEJA y 121 MOJA, para poder trabajar en la zona de la 472 y no interrumpir la transmisión de energía.

De inmediato, narra Aponte, se iniciaron las tareas de ingeniería para establecer cómo y por dónde se conectarían con la variante temporal. Una vez definido el trazado, comenzaron las tareas prediales, legales y sociales, y luego empezó la construcción de la variante temporal de 1,2 kilómetros, con cinco torrecillas de emergencia, que entró en operación el 30 de septiembre de 2018 sin interrumpir la sostenibilidad del sistema en el sur del país.

Paralelamente, el equipo técnico de Mantenimiento del Grupo realizó los estudios técnicos y la ingeniería para la solución definitiva en la línea Tesalia-Jamondino y para el desmantelamiento controlado de la torre 472 sin afectar las vidas de los trabajadores; esta debía estar lista e implementada, a más tardar, el 10 de marzo de 2019, como ordena la norma de la Comisión Reguladora de Energía y Gas (CREG) tras declarar, el 10 de septiembre de 2018, la emergencia ante el Centro Nacional de Despacho.

Los técnicos determinaron que la mejor opción en la solución definitiva era eliminar del trazado la torre 472, es decir, que la línea saltara de la 471 a la 473, para lo cual, por el terreno escarpado, esta última debía dar paso a una nueva estructura un poco más del doble de alta, de 70 metros, y que sería bautizada como 473N.

“Era un trabajo complejo por lo que implicaba: construir una torre más alta, desmontar y retirar otras dos de manera controlada sin poner en riesgo la vida de trabajadores, reconfigurar la ingeniería para que los conductores funcionaran, instalar nuevos empalmes, además el acceso a la zona y el clima eran complicadísimos y también había un tiempo muy corto para acometer la solución definitiva y que siguiera operando”, narra Aponte.

A lomo de mula y helicóptero

Para ganarle la batalla al tiempo, se decidió utilizar la cabeza de la torre 473; el cuerpo, desde la cimentación hasta la nuca, serían nuevos y se debían fabricar para que naciera el nievo gigante: la torre 473N.

Al mismo tiempo, a mediados de febrero, se hizo el desmonte de las torres 472 y 473 con personal especializado que llegó de diferentes regiones del país, al igual que de la zona. Fue una operación muy compleja, porque los trabajadores debían estar listos en el sitio de encuentro desde las 4 de la mañana, para emprender una caminata de cuatro horas al sitio de trabajo.

“Pudimos reducir el tiempo de desplazamiento a pie de cuatro a tres horas porque adecuamos 6 kilómetros de esa delgada y difícil trocha –relata Aponte–, además que empleamos una recua de mulas y motocarros de la región, una especie de motocicletas con platones pequeños, para transportar algunos materiales; esos vehículos podían llegar hasta cierto punto y de allí tocaba seguir caminando”.

La jornada de trabajo, cuando el clima lo permitía, recuerda Dubán Suárez, inspector de mantenimiento de líneas, era, máximo, de 7 de la mañana a 2 de la tarde y cuando se tenían lluvias, que era casi todos los días, se escampaba y apenas hubiera oportunidad, de nuevo a las herramientas.

“Llovía constantemente y los muchachos (los linieros) arriba a 34 metros del piso suspendían trabajos en altura; para ganar tiempo, almorzaban por allá. A pesar de que en la zona el clima es caluroso y húmedo, arriba era incómodo porque mojados y con la brisa, la lluvia se sentía como alfileres helados atravesando la piel”, dice Leonardo Galeano, inspector de mantenimiento de líneas.

Era tan complicado, recuerda Galeano, que muchas veces en la zona de trabajo, a 1.643 metros sobre el nivel del mar, se ubicaban nubes que tapaban todo y desde abajo no se podía ver a los linieros que operaban en altura. Estos hacían sus labores dentro de los cúmulos, a veces sin verse unos a otros a menos de 3 metros de distancia, motivados por la meta de cumplir en los tiempos fijados.

Para poder llevar al lugar las 30 toneladas de la torre 473N, que llegaron a Mocoa desde Bogotá a finales de enero de 2019 en una ‘camabaja’, fue necesario utilizar un helicóptero, que luego de descargarlas en el área, de 20 metros por 30 metros, donde se ubicaría las partes del nuevo Gigante, retiraba las 29 toneladas de acero de las desmanteladas 472 y 473.

La aeronave no podía cargar más de 400 kilogramos por viaje para lo cual se debieron hacer 258 rondas de helicóptero para llevar las 30 toneladas de la nueva estructura y las herramientas de grandes dimensiones, y bajar las toneladas de la torre afectada y la 473. A esto se sumó que se debió capacitar a colaboradores del Grupo Energía Bogotá en técnicas para asegurar ese tipo de cargas aéreas.

“Una vez llegó a Mocoa la torre 473N, nos tardamos 40 días en su montaje y con gran satisfacción y orgulloso, logramos esa gran meta: el 10 de marzo de 2019, justo el día en que se cumplía la fecha límite para que estuviera implementada la solución definitiva, se normalizó y energizó la línea entre las torres 470 y 507”, dice, con satisfacción, Aponte.

Para Iván Pabón, coordinador de la zona Suroccidente de la Gerencia de Mantenimiento del Grupo Energía Bogotá, la clave para cumplir en los tiempos fijados, respetando los protocolos de seguridad y la ingeniería, fue articular, como a una orquesta sinfónica, a los cerca de 60 trabajadores que intervinieron de inicio a fin las tareas, y que ellos hicieron lo que más les gusta: laborar en una línea de transmisión.

Hoy la torre 473N, el gigante que nació, se levanta majestuosa en la vereda Campucana y la línea funciona perfectamente, muestra de la alta calidad de los trabajos. Tanto, que nunca durante las obras hubo indisponibilidad del Sistema de Energía en el Sur del país; es más, si no es porque se cuenta en estas líneas, nadie de la región se enteraría de que, en agosto de 2018, se afectó uno de los activos más importantes del Sistema de Transmisión Nacional que les lleva la energía eléctrica e Interconecta con Ecuador.

“Fue difícil pero nunca dudamos de éxito de la misión –concluye Aponte–, porque todos trabajamos fuertemente para cumplirle al GEB y al país, y con unos de los atributos que tenemos todos en el Grupo Energía Bogotá: trabajo en equipo y desempeño superior”.