Son las 11:00 de la mañana. Un sol inclemente hace que la temperatura esté en 32 grados centígrados sobre Guamachito, La Guajira. Se calcula que esta podría subir hasta los 36 grados. Los días son muy calientes: que a las 8:00 de la mañana los termómetros ya muestren 25 grados es un claro pronóstico.
En medio del calor, los 1.003 pobladores de esta comunidad tienen entre sus pensamientos las actividades relacionadas con el líquido vital para preparar los alimentos, bañarse y refrescarse.
Para conseguir agua hay varias opciones: esperar el carrotanque que pasa por el frente de sus casas, comprarla en botellas o bolsas que venden en las tiendas, o encontrarla tal vez, sin necesidad de pagar, en los pozos profundos, que empezaron a abrirse durante el Gobierno militar del presidente Gustavo Rojas Pinilla, al tiempo que fueron instalados molinos de viento y jagüeyes o reservorios en La Guajira.
Para llegar a los pozos profundos es necesario caminar varios kilómetros, además de las mujeres estar dispuestas a cargar el peso del líquido, que no tardará mucho en desaparecer al regresar a sus moradas por las necesidades que hay: lavar la ropa, cocinar, asear sus casas, bañar a los niños... Y no alcanzó.
Entonces, es necesario emprender otro viaje para buscar más. La situación hace que el agua sea más valiosa en todo sentido. Y los habitantes de Guamachito lo saben bien, especialmente cuando el pozo que usaban desde hace 32 años se secó.
“Cuando yo era niña, mi mamá, mi abuela, mis hermanas y yo nos levantábamos a las 3:00 de la mañana para ir a buscar el agua. Eran tres horas de camino, ida y regreso, con un burrito para cargar las canecas. Llegábamos corriendo a la casa para bañarnos e irnos al colegio. Pero en el año 2018 el pozo se secó”. Así recuerda Yesenia Plaza Ipuana sus días de infancia en el mismo municipio donde ahora es líder y vocera de su comunidad indígena.
Por eso, en el año 2020, en medio de la pandemia de Covid-19, y después de dos años de insistir, lograron hacer realidad un nuevo pozo profundo que los pudiera abastecer de agua gracias al apoyo de TGI.
“Ya teníamos el estudio listo que hizo la compañía con el geólogo. Fue una lucha de más de dos años, pero se logró. El permiso lo tramitó el alcalde y creíamos que iba a ser más rápido, pero, después de un mes, no pasaba nada. Por eso tuvimos que llamar a Corpoguajira para que nos ayudaran a agilizar el proceso, pues en la comunidad había mucha sequía y la comunidad estaba pasando trabajos. A los tres días obtuvimos el permiso”, agrega Yesenia.
Un trabajo que habían calculado hacer en 15 días, tardó 45 porque encontraron muchas rocas. “El agua estaba cerca, no estaba tan profunda, a solo 150 metros de profundidad, pero las lajas que se encontraron en el camino dañaron varios piñones de la maquinaria. Gracias a Dios se logró romper esa roca, se encontró el acuífero y podemos usar el agua para refrescarnos y para lavar”, cuenta emocionada Yesenia.
Ahora, el reto que tienen como comunidad es poner en marcha la planta de tratamiento instalada porque el recurso hídrico no es apto para el consumo humano. “Aunque es agua clara y limpia, le falta el proceso de tratamiento, y TGI nos va a ayudar con este último empujoncito”, afirma Yesenia convencida.