“Yo soy de San Vicente de Chucurí, tierra de los frutos valiosos. Nosotros somos campesinos, vivimos del agro y gracias a Dios tuvimos alimentos durante la pandemia, pero en nuestro municipio también hay familias muy pobres, muy vulnerables. La situación que se está viviendo en el país y a nivel mundial hizo que los trabajos se acabaran y muchos no tenían para el sustento básico, para comprar los alimentos”, afirma convencido Luis Alfredo Sánchez, presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda Mérida, municipio de San Vicente de Chucurí, en Santander.
La situación en Santa Sofía, Boyacá, es muy similar. Así lo cuenta Francisco Rojas, secretario de Planeación del municipio: “Las personas viven del tomate, pero la agricultura sufrió una fuerte crisis cuando el municipio se cerró… y muchos se quedaron sin empleo. La situación se volvió cada vez más compleja para muchos, especialmente para las personas en estado de discapacidad y para las víctimas del conflicto”.
Como Luis y Francisco, líderes de las comunidades asentadas en los territorios, y los representantes de los gobiernos locales donde tiene presencia TGI, tocaron las puertas de la compañía durante la pandemia, pues en muchas ocasiones las familias de sus comunidades pasaron grandes necesidades alimentarias.
“Los ingresos de muchas personas se vieron afectados, muchos no pudieron realizar sus labores ni tener un sustento. Por eso nos solidarizamos con ellos, decidimos apoyarlos y tratar de mitigar esos efectos desoladores que trajo la pandemia”, explica Diana Uribe, profesional social de la Subdirección de Gestión Social de TGI.
Cada alcalde se encargó de planear la logística para la entrega de las ayudas, que traían mercados muy completos con aceite vegetal, arroz, azúcar, café, chocolate, fríjol, harina de maíz, leche en polvo, lentejas, lomito de atún, panela, pasta, sal y harina de trigo, “empacados en cajas selladas, cumpliendo el debido protocolo de bioseguridad, y cuando la comunidad se acercaba a recibir el kit alimentario, sus sonrisas y variadas expresiones de agradecimiento nos confirmaban que esta era la mejor forma de unirnos en este difícil momento. Hoy las sonrisas de esas 10.000 familias hacen parte de la historia de TGI”, cuenta con alegría Diana.
“Por eso, todos los chucureños estamos muy agradecidos con la empresa TGI, porque su gesto solidario fue muy grande y sorprendente. Todavía me encuentro a familias que recibieron la ayuda y siguen muy agradecidos por el mercado recibido por parte de la empresa. Por eso no me canso de decirles: ¡Gracias, TGI!”, agrega Luis Alfredo.
Él, como líder, está convencido de que es mucho lo que pueden hacer ellos desde su comunidad cuando trabajan de la mano con las empresas, por cuanto gracias a estas alianzas ahora tienen gasificación rural y les han brindado diferentes capacitaciones. Él sueña con tener saneamiento básico, seguir cuidando sus fuentes hídricas, mejorar las vías, tener señal de telefonía y aprender a montar un proyecto productivo, de la mano de TGI.
Las ayudas humanitarias llegaron a muchas regiones de Colombia. Carlos Roberto Montes, presidente de la JAC del municipio Puente Nacional, en Santander, acompañó el proceso y priorizó la entrega de las ayudas a los adultos mayores de 70 años que no pudieron movilizarse durante la pandemia para buscar el sustento.
Rosa Elena Rodríguez Barrios, presidenta de la JAC del corregimiento El Tropezón, en Norte de Santander, fue la encargada, junto con la Alcaldía de La Esperanza, de revisar que los kits les llegaran a las familias que se habían quedado sin trabajo por la pandemia, para así mitigar la situación de vulnerabilidad que estaban viviendo.
En La Guajira, los líderes comunitarios también fueron claves en el proceso. Mariseli Bolívar, vocera de la comunidad Guaimarito, del municipio de Hatonuevo, acompañó las entregas. “En cualquier necesidad o dificultad que se presente en mi comunidad, ahí estoy yo, pero sin TGI no hubiera sido posible llevar esta ayuda. Todos estamos muy agradecidos, en especial las comunidades indígenas”, afirma.