• Desde Latinoamérica tenemos la oportunidad histórica de planificar una transición energética ordenada, con matrices diversificadas en las que la combinación de sostenibilidad, competitividad y confiabilidad sea una premisa fundamental.
• Las crisis son fuente de oportunidad, y esta gran crisis energética que está viviendo la Unión Europea tiene que ser una oportunidad histórica para transformar la generación eléctrica y el transporte de la región.
• La dependencia energética de la Unión Europea del exterior no es nueva, la tendencia disfuncional entre producción y consumo de gas natural es marcada desde mediados de los años 70 del siglo pasadoMucho se habla de energía en estos días, casi como si fuera un sector “desconocido” y nos tomara por sorpresa la gran dependencia energética del exterior que tiene una región tan relevante en la economía global como la Unión Europea.
Me parece muy positivo que podamos tener discusiones amplias sobre el futuro del sector energético, sin embargo, me entristece demasiado que el punto de partida tenga que ser el cruel ataque al pueblo ucraniano, vaya desde aquí todo mi cariño y solidaridad con aquellos que están sufriendo la barbarie de la guerra.
La dependencia energética de la Unión Europea del exterior no es nueva, la tendencia disfuncional entre producción y consumo de gas natural es marcada desde mediados de los años 70 del siglo pasado, con un crecimiento exponencial de las importaciones netas de este energético que ha llevado a la Unión Europea, y muy especialmente a algunos países del norte y del este de la misma, a depender del Gas Natural, principalmente ruso.
La política energética de la mayoría de los países de la Unión (con contadas excepciones como el caso francés) ha ido dejando atrás la energía nuclear y ha tomado al gas natural como combustible clave de confiabilidad para el sector eléctrico, por suerte, el carbón ha ido reduciendo su presencia salvo ejemplos como el de Polonia donde el carbón sigue siendo muy relevante en la generación eléctrica.
En los momentos en los que todo va bien uno no tiende a hacer reformas, suelen ser las crisis las que inducen a cambios, y esta crisis es de un tamaño considerable como para impulsar cambios relevantes. No puedo dejar de recordar la enseñanza de un profesor de maestría que me dijo “En las empresas hay que tomar medidas de eficiencia en el gasto cuando crecen y se pueden tomar decisiones bien analizadas, porque cuando están en crisis se corre el riesgo de tomar malas decisiones que pueden ser inútiles y contraproducentes”, lo mismo aplica al sector energético, parece que ahora con una guerra en frente hemos comenzado a darnos cuenta de la gran dependencia energética europea y de sus consecuencias. Y aunque centraré parte de mi reflexión en el sector eléctrico, la dependencia de la Unión Europea del exterior es visible en todo el sector energético.
Para muestra el ejemplo español, país que ha visto como la inflación ha alcanzado cotas históricas en gran medida por el impacto de los precios de energéticos como el gas o el petróleo en un país que sólo produce el 28% de su consumo interno de energía (fuente Bloomberg).
Sería injusto no compartir la fuerte apuesta por la transición energética que tienen la Unión Europea y sus estados miembros. Ante esta coyuntura de dependencia de los combustibles fósiles del exterior, la Unión Europea ha trazado una hoja de ruta para incrementar de forma exponencial el uso de las energías renovables con el objetivo de garantizar que la región sea carbono neutral en 2050 de la mano de un transporte sostenible, una electricidad 100% renovable y el desarrollo de tecnologías como el hidrógeno verde. Sin embargo, dados los últimos acontecimientos y la vulnerabilidad del sector energético europeo ante factores externos, estoy convencido de que tarde o temprano se van a revisar esos objetivos y se buscará reducir la dependencia del exterior y vivir una verdadera transición energética.
He compartido últimamente en mi perfil de Linkedin mi preocupación por el impacto que esta coyuntura de fuertes tensiones en los precios de la electricidad y el gas pueda tener en la percepción de los consumidores sobre la transición energética. De alguna manera, los tomadores de decisión europeos se encuentran en una encrucijada donde las medidas de corto plazo son fundamentales pero su impacto en el largo plazo puede ser contraproducente. Si la opinión pública no entiende la relevancia del sector energético y la importancia de realizar una transición energética ordenada y eficiente, podemos encontrarnos ante una situación de retroceso en este campo.
Desde mi humilde perspectiva, hay tres lecciones fundamentales que podemos aprender de la coyuntura actual del sector energético europeo:
1) El sector energético es clave para el desarrollo económico y social de los países, y por ende, para la calidad de vida de sus ciudadanos. Por lo tanto, las políticas energéticas tienen que estar basadas en la visión estratégica y en la planeación de largo plazo y no en decisiones de corto plazo en función del gobierno de turno. Como suele decir mi padre “pobre del ratón que sólo tiene un agujero donde meterse” y es que Europa tiene que reducir su dependencia y diversificar el origen de sus energéticos clave.
2) La política energética tiene que ser una política de Estado, como la educación o la defensa, no una política ideológica en función del gobierno del momento. Por ello, se requieren grandes consensos y decisiones racionales y no pasionales. No olvidemos que Alemania está considerando retrasar el “apagón” nuclear y que algunos países están incrementando el uso de carbón en su matriz de generación realidad que contrasta con muchos discursos y titulares de pocos meses atrás.
3) Tres son las variables clave: Sostenibilidad, competitividad y confiabilidad. Si estas tres variables no van de la mano de forma balanceada, no habrá política energética exitosa que sea posible. Por ello, aunque nos encantaría que hoy tuviéramos una matriz eléctrica 100% renovable, sabemos que aliados como el almacenamiento o el hidrógeno verde tienen aún un camino que recorrer para poder garantizar este balance.
Las crisis son fuente de oportunidad, y esta gran crisis energética que está viviendo la Unión Europea tiene que ser una oportunidad histórica para transformar la generación eléctrica y el transporte de la región, la senda que se viene recorriendo es positiva, pero se necesita más agilidad y mantener debates donde no haya tabús, porque Europa seguirá necesitando gas natural y energía nuclear en esta década y en algunas de las siguientes si no quiere revivir tensiones como la actual.
Esta coyuntura debe servir también como base de aprendizaje para las principales economías de Latinoamérica para que tengan al sector energético como prioridad en su planificación de largo plazo y para que se den debates racionales sobre el futuro de los países para reducir la dependencia del exterior y maximizar los recursos existentes, y aquí, las energías renovables tienen mucho que decir.
Desde Latinoamérica tenemos la oportunidad histórica de planificar una transición energética ordenada, con matrices diversificadas en las que la combinación de sostenibilidad, competitividad y confiabilidad sea una premisa fundamental. Pasos importantes se han dado en sectores como el transporte donde la movilidad sostenible es bandera en gran parte de la región, así como en otros campos como la generación renovable y el hidrógeno verde, pero aún nos queda mucho por hacer para reducir dependencia externa y diversificar nuestras matrices energéticas.
Estamos a tiempo, no podremos decir que no nos avisaron, en línea con el famoso proverbio “cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”.
*Artículo publicado en la revista Martes Financiero, de Panamá.